Ayer me emborraché y comencé a escribir en mi cabeza. No lo llamaría pensar porque era tan denso que podría haberse quedado todo escrito en el aire. Ese último chupito me había subido de un pueñetazo al techo y pude verlo todo desde arriba. El suelo de baldosa y la barra del bar. La copa derramada, los vasos usados. La gente. Me gusta la gente.


La música estaba bien. La conocía, podía recitar la letra, cantar la melodía. Era parte de mi. No podía no bailar. Ese tío también baila y me recuerda a mi hace unos años, a otro amigo que se mueve de la misma forma.


Después de horas me cansé de moverme, de estar de pie, y me senté en una silla dura. Estaba sobre la tarima, así que veía todo desde un poco más arriba que de costumbre. Me dejé resbalar en el asiento y no me podía mover, solo podía pensar como si estuviera dentro de una escafandra. Solo mis ojos se movían. No me moví ni cuando mi amiga me dijo que me volviera a bailar. Estaba pensando, respeta mis tiempos. Ya volveré, ya volveré.


Y como siempre, pensé en el fin de las cosas. Algún día quizás no estaremos en ese sótano con las paredes pintadas de arcoiris y una drag queen riéndose de los gays borrachos. Igual si estaremos, pero tendremos un pie en las salidas de emergencia por si viene una redada de la policía, como pasaba hace más de 50 años, pero no menos de 70. El tiempo también pasó para ellos, pero para los que sobrevivieron todo fue a mejor.


A veces pienso cómo es vivir el final de un imperio. Pienso en un post de tumblr de hace años de cómo se sentirían los ciudadanos romanos cuando vieron su imperio desaparecer. Probablemente muy inseguros, inquietos mientras dormían, apretando la mandíbula y desgastando sus dientes. Tuvieron que irse de Roma a trabajar el campo, llenarse las manos de ampollas donde antes solo tenían el callo de la pluma. Creo que ya sé cómo se siente. Creo que ya he pasado por eso.


Pienso en que vamos a morir todos. Mis amigues también, pero no explícitamente, me reservo ese pensamiento para los peores momentos. Todos, como categoría. Un todos que supera barreras que creíamos insuperables. El mariquita mal vestido jamás aprenderá a vestirse bien, yo no leeré todos los libros que existen, mi amiga jamás tendrá tiempo para que le guste alguien. No quiere, sabe que vamos a morir todos. Así es cómo va a suceder.


Vamos a morir todos y este sótano será un agujero en el suelo semienterrado en fango si es que alguien vuelve para verlo. Si este suelo después de 100 años volverá a ser cultivable, si hay alguien vivo dentro de 100 años. ¿Hay alguien? ¿Alguien puede oírme?


En mis fantasías apocalípticas ya no hay tristeza. Hay aceptación. Vamos a morir todos, no voy a hacer un doctorado porque seré guerrillero. Moriré por todos ellos en mi fantasía apocalíptica. El enemigo fascista me captura, y muero entre torturas y vejaciones pensando en qué será de ellos. Ya no hay post apocalipsis. Mi arte será inútil porque la siguiente generación no va a poder hacerlo suyo.


Pero hay tanta alegría en esta habitación que es difícil ignorarlo. Hay dos tíos metiéndose mano y yo les estoy mirando descaradamente. Todo el mundo los está viendo y a nadie le parece mal. Qué más da, si vamos a…


Hay una chica preciosa de pie en medio de la sala y baila como dando pasitos. Después se da la vuelta y viene hacia mi. Podría ser la muerte, que ya se ha cansado de esperar, pero tiene más que ver con el instinto de supervivencia. Nos mantenemos juntos, nos miramos, estamos vivos. No nos esperamos que venga la policía ni que los médicos me quiten mis medicinas porque hoy, y si dios quiere, mañana, hay paz en Oviedo.